¿Y qué pasa con mis fotos

¿Y qué pasa con mis fotos después de la boda?
¿Y qué pasa con mis fotos después de la boda?

después de la boda?

Uff! El tema de los entregables en importantísimo, así que agarra una chela, un vinito o un café y échale un ojito a esto. Y es que, neta, para muchas parejas pasa la boda y al siguiente día, en el primer minuto y con la fiesta todavía encima, el instinto los lleva a agarrar el cel, buscar el contacto del fotógrafo y hacer la pregunta del millón: “¿ya están las fotos?”. Aunque la emoción la tengan a tope, también vale la pena tener un poquito de paciencia a la hora de esperar los recuerdos que van a tener ¡para toda la vida! 

Piensa en un traje sastre, pero de los buenos, de esos que necesitan de artesanos especializados hasta para cómo poner los botones. Haz de cuenta que ese mismo proceso es el que se realiza con las fotos de tu boda.  No se trata de llegar al Zara y agarrar la primera playera que te encuentras aunque se te deshaga a la primera lavada, sino de esperar el tiempo suficiente para tener algo que esté diseñado, creado, pensando y personalizado al 100% para ti, para tu pareja, para volver a vivir esos momentitos que van a atesorar por siempre y para que, sin importar el tiempo que pase, sigan presentes y con mucha vida. 

Las fotografías no son imágenes y ya, sino la forma perfecta de contar una historia que pasa solo en unas horas y se queda en la memoria para el resto de tu vida. Tú también le echarías ganitas para que quedaran perfectas, ¿o no? Así que por eso…

Hagamos poesía juntos

O más bien, diseñemos una galería de arte que se convierta en tu favorita y que, además, todas las obras estén protagonizadas por los momentos de tu boda. 

Pensar en una experiencia chingona es fundamental. Así puedes tener contacto con tu boda a través de las fotos no solo en una ocasión y con una sola entrega. Hay que ir más allá y dejar que la mente y el ojo vuelen, dándole importancia a la estética y a encontrar sorpresas que ni la imaginación te pudo haber dado. 

Para los buenos trajes o los vestidazos que usan las top models nadie pediría los tiempos de un McDonald’s o un H&M. 

Lo mismito pasa con las fotos de tu boda. 

Por eso, no hay que ponerle punto final a la historia, sino lograr que trascienda a través de las imágenes, de los momentos de tu boda y de todos esos detallitos que, aunque no hayas visto, siempre estarán presentes en una fotografía.

Entender la imagen antes de solo tenerla…

Y no, es que neta no se trata de la entrega inmediata, sino de darle su valor y espacio a todo ese tiempo que pasaron dándole forma a su boda y que ahora podrán hacerlo palpable (ahorita hacemos parada en el tema de la impresión, aguanten) en una imagen y enseñárselo a sus papás, a sus hijos, nietos, bisnietos y al mundo entero. El rollo cambia por completo. La espera a veces vale la pena, y en esto ¡ufff, mucho más!

¿Cuánto tiempo es el correcto? Bueno, aquí hay muchísimas respuestas. En mi caso, por ejemplo, trabajo solo, o sea que no tengo al mega ejército de personas con quienes comparto mi proceso, por eso la entrega la realizo entre 6 a 8 semanas después de la boda. 

Soy yo, porque me gusta tener una relación más significativa con la pareja, me gusta darles algo más que solo un álbum con sus fotos y ya… me gusta ser parte de esa historia a través de mi ojo y de la cámara. Soy como ese sastre que pasa todo el tiempo que sea necesario hasta conseguir que el traje, el mero bueno, quede perfecto de pies a cabeza para que cuando lo tengas enfrente digas: “¡a huevo! me lo voy a poner diario, está fregón”.

La fórmula no está escrita, porque cada boda es diferente y cada pareja es única. Por eso el proceso es artesanal… hecho a la medida.

 

Me gusta que el hecho de que tengan sus fotos sea un proceso y no solo un fin. Las sorpresas, la división de las entregas y crear experiencias es algo que busco diseñar para que la emoción no se pierda y, al contrario, crezca más… como si se fueran a volver a casar (no tanto, pero casi). Buscar la conexión a través de la imagen es una de las partes más chidas que se dan después de la boda. Ahí también sucede la magia, incluso cuando ya no haya clicks de por medio. 

En mi mente cada click cuenta, y por eso me late que el storytelling se combine con lo presencial. Es un poco como abrirles la puerta para que entren a mi mundito no solo para que me conozcan, sino para que sepan cómo es que cada imagen es mega esencial para reflejar aún más la esencia de ese día; para que sean partícipes de todo, de cómo me sentía, qué estaba pasando, qué fue lo que vi y hasta qué emociones había… contar la historia para cada foto. 

El rollo es más o menos el mismo que se vive en un museo. No es lo mismo echarte la exposición solo y a tu ritmo, a llevar un guía que no solo te muestre las obras, sino que te cuente todo el show que pasó detrás de cada una de ellas. La experiencia es distinta y logras conectar aún más con lo que estás viendo. Ya no te quedas con el “qué bonita esta la pintura”, sino que la entiendes y la observas de modo diferente.

Y no, mi fortaleza no son las 600 fotos que pueda entregarles una hora después de la boda (¡qué flojera! Ya ahí terminaría la sorpresa), sino la autoría que se le da a esa historia con las imágenes y cuál es su conexión entre ellas. El proceso artesanal, vaya. 

Las primeras 6 a 8 semanas las transformo en pincelazos de los grandes momentos de tu día para que después, ahora sí, no solo disfrutes de la obra entera y la disfrutes ¡como jamás te lo imaginaste! Tan sencillo como…

Superar las expectativas y mostrar cómo es que ese guión de boda que empezó en ideas, ahora es una realidad con las fotografías. 

Mi filosofía es no saturar, sino ir despacio. Cada entrega está pensada para que se vuelen al recibirla, como cuando llega el platillo mega chingón y delicioso a la mesa. Las pausas son solo como el sorbete que limpia el paladar y lo prepara para lo que sigue. 

El chiste es romper madres, pues.

Ahora toma nota porque llegó el tema de temas… 

La bendita impresión

Muchos dicen que el trabajo no está finalizado hasta que la foto se imprime. Todas esas imágenes que vas acumulando en el cel desvanecen porque no las ves todos los días. A veces hay que hacer trascender las imágenes, aunque sea con ponerlas en el refri. 

Tener una buena foto en físico, y más si se trata de tu boda, es como tener un recordatorio de que el tiempo sí pasa, y por eso hay que

clavarse en el presente y valorar el ahora. 

Y el tema de la impresión no es igual a ir a la farmacia con tu USB o al Office Max para que te las entreguen, porque eso sería lo mismo que terminar en el Zara comprando la primera playera que se te pega nomás para usarla una vez: se van a hacer horribles en muy poquito tiempo. ¡No, por fa!

Así como se le da su cuidado a una obra de arte en un museo, lo mismo pasa con las fotos de la boda. Hay que darle su valor a la impresión para que los colores sean los correctos y los materiales hagan que resulte más linda la imagen. Y aquí no hay falla, porque siempre puedes pedirle tips a tu fotógrafo para que te diga en qué lugar lo pueden hacer, o más fácil, para que lo hagas directamente con él, porque seguro ya tendrá a sus proveedores de confianza. 

El punto es que la foto impresa es una inversión generacional…

Y de eso no hay duda. Así que ya no debes verlo como un gasto, sino como la razón para ver que tu boda fue, es y será siempre la más chingona. 

Nunca le vamos a poder poner pausa al tiempo, pero sí podemos hacer que esos momentitos que fueron tan significativos se queden por más tiempo.

Así que antes de hacer la pregunta: “¿pa’ cuándo mis fotos?”, mejor disfruta de la experiencia de volver a vivir tu boda con un proceso chingón pensado desde el inicio hasta el fin para ti y tu pareja. Que al final ese día merece ser contado una y mil veces, ¿o no?